Por Estefanía García
Por norma general, hablar de conflicto es sinónimo de incertidumbre, desasosiego e inquietud. Pero esto no tiene por qué ser siempre así. Por ello, en las siguientes líneas intentaremos dar respuesta a los interrogantes que surgen acerca del mismo para conocerlo un poco más y saber cómo gestionarlos.
En especial, nos centraremos en los conflictos que afloran en el aula entre iguales, en las diferentes herramientas que tenemos para intervenir y ayudar a solucionarlos y por supuesto en la actitud que debemos tener los adultos ante tales circunstancias para solucionarlos de forma adecuada.
Cuando comenzamos un curso, comenzamos una nueva vida rodeada de personitas diferentes, con diferentes historias, diferentes familias y diferentes actitudes y aptitudes, es por eso por lo que debemos ser empáticos y tratar de comprender sus sentimientos y emociones, comprender cómo piensan y cómo sienten y hacerlo siempre desde el cariño.
Para comenzar diremos que los conflictos son situaciones que se dan con total normalidad en las relaciones, ya sea con nosotros mismos o con los demás. Solemos tratarlo como una situación negativa, porque es algo que nos preocupa y nos hace sentir mal, pero para llevar a cabo una buena resolución de conflictos es necesario verlo desde una perspectiva más positiva, ya que es una situación de la que todos/as, tanto niños/as como adultos aprenderemos.
Anna Carpena en su libro Educación socioemocional en la etapa de primaria interpreta el conflicto como “la discrepancia entre dos o más intereses simultáneos que algunas veces conducen a un estado de tensión emocional, responsable de estados de ansiedad y de comportamientos compulsivos”. Así, para solucionar la discrepancia es necesario ir a entender el fondo de los conflictos.
Hablamos de conflictos y no de conflicto, aquí el plural no es casual. Hemos de ser consciente de que cada conflicto es diferente, tienen un carácter e identidad propia. Por ello, es necesario identificar los tipos de conflictos más comunes que podemos encontrarnos:
Poder: son conflictos que surgen debido a la autoridad y a la toma de decisiones.
Identidad: son debidos, generalmente, a la baja autoestima y los intensifica el egocentrismo propio de dicha etapa. Como bien dice Maite Vallet en su libro Educar a niños y niñas de 0 a 6 años, para que el niño vaya comprendiendo que los demás también tienen sentimientos y que les pueden gustar o disgustar las cosas, hay que ponerle en el lugar del otro, trasladarle los sentimientos que pueden despertar en ese otro su actuación.
Relación: normalmente surgen por la falta de comunicación y por problemas en las relaciones interpersonales.
Una vez identificada la razón última del conflicto, otro de los factores más importantes a tener en cuenta es la actitud del adulto. No podemos olvidar que somos la referencia de los más pequeños, por ello debemos dejarlos ser y acompañarlos en todo momento. El adulto debe actuar a siempre basándose en los siguientes pilares:
Empatía. Ponernos en el lugar de los niños/as debe ser lo primero y más importante. Para ellos el conflicto es sin lugar a dudas algo de suma importancia, por lo tanto debemos tratarlo como tal.
Escucha activa. Es importante escuchar ambas partes cuando el conflicto se da entre uno/a o varios/as niños/as para así conocer la raíz de él.
Actitud asertiva. La misma importancia tiene el ponernos en el lugar del otro como tratar de comprender y ayudarlos a identificar sus sentimientos y emociones para así tratar de entender cómo se sienten en dicho momento.
No infravalorar. Si tenemos un niño/a preocupado/a por un problema, debemos aceptarlo, respetarlo y no quitarle la importancia que tiene, ya que probablemente esto le cause tristeza y sufra por ello.
Así, si conseguimos identificar correctamente el problema, conocemos su origen y sus causas y nos acercamos al mismo con los pilares que hemos comentado, podremos convertir el conflicto en una verdadera oportunidad para aprender y crecer, tanto para el niño como para sus padres.
Es tan natural como necesario enfadarse, pero la importancia radica en saber gestionar y controlar los impulsos y las necesidades, para así ayudar a nuestros pequeños a canalizar sus sentimientos y hacer de ellos mejores seres humanos.
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